La presión ejercida sobre el depredador ha mermado significativamente las poblaciones
Las crecidas que en estos últimos días del mes de febrero experimentan los ríos leoneses imposibilitan la pesca, pero cuando las aguas vuelvan a su cauce será el mejor momento para pescar el lucio. El Esla, por debajo de Valencia de Don Juan, y el Órbigo, aguas abajo del Puente Paulón, son los escenarios ideales para capturar el que algunos denominan «tiburón de río». Pescar lucios supone, además de un buen entretenimiento, una medida imprescindible para mantener controladas las poblaciones de este voraz depredador.
Las últimas semanas de enero y las primeras de febrero ya se pescó bien, especialmente en el río Órbigo, donde se capturaron ejemplares que superaron los seis kilogramos de peso. Si bien es cierto que las capturas ya no son tan abundantes como hace años, no lo es menos que todavía pueden conseguirse magníficos ejemplares conociendo la querencia del voraz depredador y utilizando los señuelos adecuados.
El lucio, que fue introducido hace bastantes años en los cursos bajos de los grandes ríos, ha ido colonizando las aguas trucheras hasta el punto de constituir, hace pocos años, una verdadera plaga. Afortunadamente la presión ejercida sobre él ha mermado considerablemente sus poblaciones que, en la actualidad, se mantienen estables. Ello no ha impedido que sigan apareciendo grandes ejemplares en algunos acotados del Porma, Órbigo y Esla, pero ya ha detenido su remontada en otras zonas trucheras por excelencia como el río Luna, donde colonizó de forma masiva en el embalse de Selgas de Ordás.
Al margen de los evidentes perjuicios que ocasiona a la trucha, no sóo por los ataques sobre el salmónido, sino también por la competencia, el lucio constituye una pieza muy apreciada para el pescador deportivo, ya que con frecuencia pueden capturarse ejemplares mayores de seis kilogramos e incluso con un metro de longitud. De aspecto temible, manifiesta gran agresividad al acometer a sus presas, lo que p roporciona gran emoción a la «picada». Su cuerpo con manchas verdes y amarillas le permiten camuflarse a la perfección entre la vegetación sub-acuática.
Preferentemente habita aguas tranquilas, situadas por debajo de los mil metros de altitud, utilizando como lugares de caza las orillas o las zonas con abundante vegetación, donde espera a sus presas sobre las que lanza veloces ataques. La freza la realiza desde finales de febrero hasta abril, en aguas con una temperatura entre seis y diez grados. Las huevas pequeñas y muy abundantes quedan adheridas a la vegetación y, curiosamente, existen algunos lucios hermafroditas, es decir: son a la vez macho y hembra.
La época en la que presenta mayor actividad es a finales del otoño y comienzos del invierno, ya que necesita alimentarse abundantemente de cara a la reproducción. Las horas en las que mantiene mayor actividad son las de la tarde, aunque en invierno puede picar a media mañana. En todo caso puede permanecer inactivo gran parte del día, sin provocar una sola picada, y tener media hora en la que pueden capturarse varios ejemplares seguidos. Cualquier señuelo presentado convenientemente puede provocar el ataque del lucio. Con la técnica del lance ligero suelen utilizarse cucharillas muy plomeadas y ondulantes, que exciten la voracidad del pez. Los rapalas son también muy eficaces, así como los peces de vinilo. El cebo más eficaz, en las aguas donde está permitido, es sin lugar a dudas el pez vivo, aunque también atacan el pez muerto colocado de forma adecuada y arrastrado en el lance. Los pescadores deportivos suelen preferir la cola de rata, con un bajo de línea trenzado o acerado y utilizando como señuelo los estreamers más o menos plomeados. En estos días de invierno son muchos los aficionados que pescan lucios tanto en el Esla como en el Órbigo. Cuando comienzan las frezas las grandes hembras pierden actividad y resultan difíciles de engañar, no así los machos, bastante mas pequeños, que atacan el señuelo por pura agresividad. Finalizadas la reproducción a finales de marzo el lucio recobra su voracidad, pero para entonces se abrirá la t rucha y muchos pescadores dedicarán sus esfuerzos a pescar el preciado salmónido.